Dejen paso a los oligarcas
Allá donde haya un beneficio potencial, tarde o temprano, ‘unos pocos’ acabarán por hacerse con el negocio y dominar todos sus estamentos. Sin embargo, en el fútbol, los aficionados tienen algo que decir.
Juan Nicolás Castro
Es curioso cómo algo que parecía intocable fue tocado. Tanto tiempo había pasado desde los inicios del fútbol que la preocupación había desaparecido. El aficionado medio acudía al estadio despreocupado, a evadirse de su realidad, para formar parte de un banco de peces en el que todos sus iguales nadaban en la misma dirección. La corriente contra la que luchaban eran los hinchas rivales, resultando esto un enfrentamiento entretenido que se acabaría decidiendo por sus representantes en el césped.
Pero eso parece que es cosa del pasado. La disputa, anteriormente mencionada, era cosa de dos bandos; justa e igualada, ambos con las mismas armas. Ahora los peces han de huir, pues las embarcaciones del dinero han entrado en el juego, convirtiendo esta batalla en una especie de David contra Goliat, en la que David no tiene honda. La única salida que queda es protestar contra los poderosos, algo que resulta inofensivo. Gracias a esta mercantilización del deporte, las figuras dirigentes han conseguido convertir el fútbol en una gran actividad de mercado a costa de minar la moral de sus fanáticos.
Una de los principales artífices de esta situación fue la empresa de bebidas energéticas Red Bull, la cual ha hecho uso de su poder adquisitivo para introducirse de lleno en el mundo del fútbol. Algunos ejemplos de equipos que la empresa austríaca ha adquirido son el Red Bull Salzburg o el New York Red Bulls. Esta trama había conseguido pasar desapercibida, sin causar mucho revuelo, debido a que estos conjuntos no se encuentran en países donde el fútbol sea el deporte por excelencia. Sin embargo, la empresa empezó a estar en el punto de mira cuando se abalanzó a por la plaza de un equipo de la quinta división alemana.
Entre los intentos del dueño de la multinacional austríaca, Dietrich Mateschitz, de hacerse con un equipo alemán, destacan históricos como el St. Pauli, 1860 Munich o Fortuna Düsseldorf. No obstante, las negociaciones no llegaron a ningún puerto por la presión ejercida por los aficionados de estos equipos, que se rehusaban a presenciar cómo sus equipos se convertían en juguetes del capitalismo radical. Por un momento pareció que los aficionados fueron capaces de ahuyentar a los magnates del fútbol alemán, pero esto no sería más que una pequeña batalla ganada porque la multinacional consiguió encontrar una alternativa.
Ante la negativa de estos conjuntos, Red Bull decidió crear un equipo a partir de cero, tomando la ficha de un equipo a trece kilómetros de Leipzig y asumiendo los gastos del Zentralstadion, recinto situado en el centro de la susodicha ciudad. Nuevamente se produjeron protestas de hinchas; esta vez de equipos ya existentes en Leipzig, e incluso 10 equipos de la Segunda División alemana se unirían años más tarde para protestar contra la intromisión de este equipo en la Federación Alemana de Fútbol.
Pero eso parece que es cosa del pasado. La disputa, anteriormente mencionada, era cosa de dos bandos; justa e igualada, ambos con las mismas armas. Ahora los peces han de huir, pues las embarcaciones del dinero han entrado en el juego, convirtiendo esta batalla en una especie de David contra Goliat, en la que David no tiene honda. La única salida que queda es protestar contra los poderosos, algo que resulta inofensivo. Gracias a esta mercantilización del deporte, las figuras dirigentes han conseguido convertir el fútbol en una gran actividad de mercado a costa de minar la moral de sus fanáticos.
Una de los principales artífices de esta situación fue la empresa de bebidas energéticas Red Bull, la cual ha hecho uso de su poder adquisitivo para introducirse de lleno en el mundo del fútbol. Algunos ejemplos de equipos que la empresa austríaca ha adquirido son el Red Bull Salzburg o el New York Red Bulls. Esta trama había conseguido pasar desapercibida, sin causar mucho revuelo, debido a que estos conjuntos no se encuentran en países donde el fútbol sea el deporte por excelencia. Sin embargo, la empresa empezó a estar en el punto de mira cuando se abalanzó a por la plaza de un equipo de la quinta división alemana.
Entre los intentos del dueño de la multinacional austríaca, Dietrich Mateschitz, de hacerse con un equipo alemán, destacan históricos como el St. Pauli, 1860 Munich o Fortuna Düsseldorf. No obstante, las negociaciones no llegaron a ningún puerto por la presión ejercida por los aficionados de estos equipos, que se rehusaban a presenciar cómo sus equipos se convertían en juguetes del capitalismo radical. Por un momento pareció que los aficionados fueron capaces de ahuyentar a los magnates del fútbol alemán, pero esto no sería más que una pequeña batalla ganada porque la multinacional consiguió encontrar una alternativa.
Ante la negativa de estos conjuntos, Red Bull decidió crear un equipo a partir de cero, tomando la ficha de un equipo a trece kilómetros de Leipzig y asumiendo los gastos del Zentralstadion, recinto situado en el centro de la susodicha ciudad. Nuevamente se produjeron protestas de hinchas; esta vez de equipos ya existentes en Leipzig, e incluso 10 equipos de la Segunda División alemana se unirían años más tarde para protestar contra la intromisión de este equipo en la Federación Alemana de Fútbol.
Los hinchas del Union Berlin, vestidos de luto por la “muerte de la cultura futbolística” en un encuentro ante el RB Leipzig
Una de las miles de gotas que colmaron el vaso fue el nombramiento del club. Debido a leyes de patrocinio el nombre de un club alemán no puede contener el de una empresa. Para sortear esta ley, se decidió que el equipo adoptase las siglas RB, que hacen referencia a RasenBallsport, es decir, deporte de pelota en césped. La falta de respeto quedaría patente, y el equipo artificial comenzaría a pisotear a sus rivales sin ningún criterio, hasta por fin alcanzar la 1.Bundesliga.
La imagen de los aficionados del Unión Berlín, vestidos de luto, es una buena manera de plasmar el papel del hincha ante esta situación. Apabullados, abrumados, indefensos y vulnerables. Tantos adjetivos a disposición para describir tal desgracia. ¿Acaso no es de los aficionados el fútbol? Esta involución ha conseguido que este deporte se convierta en una oligarquía, invirtiendo el orden de prioridad, relegando al fanático a una posición casi despreciable. Puede que esto esté funcionando, pero ¿qué harán los pescadores cuando ya no queden peces?