El compás del juego
Una vez que el metrónomo se pone en marcha, has de coger el ritmo si no quieres quedarte atrás en el partido. Para ello se necesita alguien que marque el pulso del equipo, que sepa mover la batuta. No cualquiera es capaz de poner a un público en pie con tan solo el don del control del compás
Es una máxima para el espectador habitual de este deporte haber oído, alguna que otra vez, la expresión “marcar el compás del juego”. Cuando esta coletilla sale de la boca del comentarista para estrellarse contra nuestros oídos, la expresión pasa desapercibida, se pierde en el ambiente y continuamos sumergidos en el balón rodando sobre el verde. Pero, ¿qué es lo que ataña este juego de palabras?
Sin ir más allá, es un recurso para el locutor cuando se ve desbordado de agrado por el fútbol que está presenciando. Una muletilla que no deja indiferente ni a emisor ni a receptor. El primero se queda satisfecho, sabiendo que el comentario es apropiado y, a su vez, bastante formal. El receptor, por otra parte, interpreta este mensaje como señal de que el fútbol que se le está brindando es de alta gama, fútbol para entendidos y que no cualquiera podría disfrutar.
Pero, nuevamente, ¿qué significa este comentario? Pensemos en qué es un compás. Un compás podría hacer referencia al instrumento que utilizamos para trazar circunferencias sobre el papel, pivotando uno de sus brazos y haciendo girar al que posee la mina. En el fútbol español hemos tenido un par de compases durante muchos años, como han sido Andrés Iniesta y Xavi Hernández, llevando el arte del regate a su faceta más técnica y simple a la vez. Pero no, no se refiere a esta herramienta de dibujo el locutor del partido.
Podría tratarse entonces del instrumento utilizado por los marineros para determinar su rumbo en el mar. Un compás, una guía, el faro sin luz. Ese jugador al que todo el mundo acude cuando no se sabe a dónde ir, cómo controlar el partido o qué decisión tomar. Un buen Kapitain sería el compás del equipo, como también lo puede ser el entrenador que, semana tras semana, instruye a sus marineros para salir a combatir el viento y la marea sin perder de vista el puerto. Pero no, tampoco hablamos de este compás.
Sin ir más allá, es un recurso para el locutor cuando se ve desbordado de agrado por el fútbol que está presenciando. Una muletilla que no deja indiferente ni a emisor ni a receptor. El primero se queda satisfecho, sabiendo que el comentario es apropiado y, a su vez, bastante formal. El receptor, por otra parte, interpreta este mensaje como señal de que el fútbol que se le está brindando es de alta gama, fútbol para entendidos y que no cualquiera podría disfrutar.
Pero, nuevamente, ¿qué significa este comentario? Pensemos en qué es un compás. Un compás podría hacer referencia al instrumento que utilizamos para trazar circunferencias sobre el papel, pivotando uno de sus brazos y haciendo girar al que posee la mina. En el fútbol español hemos tenido un par de compases durante muchos años, como han sido Andrés Iniesta y Xavi Hernández, llevando el arte del regate a su faceta más técnica y simple a la vez. Pero no, no se refiere a esta herramienta de dibujo el locutor del partido.
Podría tratarse entonces del instrumento utilizado por los marineros para determinar su rumbo en el mar. Un compás, una guía, el faro sin luz. Ese jugador al que todo el mundo acude cuando no se sabe a dónde ir, cómo controlar el partido o qué decisión tomar. Un buen Kapitain sería el compás del equipo, como también lo puede ser el entrenador que, semana tras semana, instruye a sus marineros para salir a combatir el viento y la marea sin perder de vista el puerto. Pero no, tampoco hablamos de este compás.
Cualquiera que hoy en día disponga de un teléfono móvil tiene, en su memoria, unas cuantas canciones para hacer el día más llevadero. Para organizarlo incluso. Hay quien tarda en ducharse un par de canciones, o quien sale a correr durante un álbum entero. El smartphone nos proporciona la música. La música nos proporciona tranquilidad. Quién no ha tratado de caminar al mismo ritmo que suenan el bombo y la caja en cada compás de una canción. Es una sensación satisfactoria. Conseguimos que todo tenga un ritmo y fluya.
Es por eso que un jugador que sepa marcar el compás del juego es tan importante para un equipo. Un jugador que sabe en qué momento hay que soltar el balón, en cual hay que hacer una conducción arriesgada y en cual hay que dar un pase decisivo. Este metrónomo aporta seguridad a sus compañeros. Coge el ritmo del partido y lo moldea a su gusto para que el control lo tenga él y no su oponente. El balón circula de un lado a otro. El balón fluye.
Seguramente la imagen que se viene a la cabeza al decir esto es la de un equipo con unos cuantos jugones, que dan pases como locos y que construyen jugadas escandalosas que bien podrían ser estudiadas en clases de trigonometría. Y en efecto, este es el más claro ejemplo de marcar el compás del partido, pero recordemos que hay música para todos los gustos.
Las canciones también tienen subidas y bajadas de ritmo. Una composición puede sorprenderte en cualquier momento. De la misma forma que un equipo encerrado atrás puede salir al contraataque y destrozar ese compás que tanto había costado conseguir en el partido. El compás es sinónimo de control en el fútbol, y un equipo puede controlar el partido sin apenas dar un pase en corto.
La próxima vez que oigas al comentarista decir que el mismísimo Xavi Hernández está marcando el compás del juego, descuida. Puede que Fernando Torres empiece a agitar la batuta, sin hacer mucho ruido, para romper por completo todas las partituras que 90 minutos habían costado componer.