El fútbol como salvavidas
Fútbol y vida son uno solo. Mantienen una relación tan bonita como recíproca y en muchas ocasiones, el fútbol ha sido ese clavo ardiendo al que agarrarse para no caer en el vacío, tal y como lo vivió un chico italiano al que le arrebataron su sueño
Adrián Soria
A menudo ocurren episodios emblemáticos en el mundo del fútbol. Historias personales que parecen de ficción y se acogen al corazón de cualquier aficionado. Relatos que enseñan lo verdaderamente importante de la vida y cómo el fútbol puede servir de salvavidas a muchas personas. Y toca recordar la historia de Fabio Pisacane: un ejemplo de superación, coraje y perseverancia que lo llevaron a la máxima categoría del fútbol italiano. Eso sí, no sin antes estar en lo más fondo del pozo de la vida.
Para contextualizar, Fabio Pisacane suma 33 años y milita en el Cagliari. Hace tres temporadas debutó en la Serie A en un choque ante la Atalanta, pero su historia no se centra en la de un jugador que llegó a la élite a una tardía edad, sino que el proceso para llegar a su meta ha estado lleno de impedimentos.
No es fácil llegar a la élite futbolística, menos aún en los tiempos modernos, pero Fabio Pisacane lo consiguió contra viento y marea. Tuvo que luchar contra todos los pronósticos posibles y se ha convertido en un ejemplo y un profesional digno de admiración.
Fabio nació el 28 de enero de 1986 en el sur de Italia, en Nápoles. Con 14 años se disponía a marcharse a las categorías inferiores del Genoa para forjar su sueño de jugar en la máxima categoría del Calcio. Un sueño que se vio truncado la mañana que iba a abandonar Nápoles. “Un día me levanté, me quise quitar el pijama y no pude, no podía levantar los brazos. Fue tremendo. Es como si usted ahora quisiera coger un bolígrafo, pero la mano no responde”, cuenta el propio Pisacane en una entrevista recogida por El País. El italiano sufrió el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neurológico en el que el sistema inmunitario ataca al sistema nervioso.
Le hicieron todas las pruebas posibles, pero nadie encontraba una explicación. El jugador recuerda todavía la frase que le soltó el doctor del equipo: “En los 30 años que llevo en la profesión, nunca había visto una cosa así”, continúa contando el italiano. Tras unas pruebas médicas, donde le sacaron líquido de la médula, llegó el peor desenlace para Fabio. "Cada vez iba a peor y el tratamiento moderno no funcionaba. Estaba un día bien, pero por la noche me encontraba de nuevo igual o peor. La única alternativa que quedaba para salvarme la vida era el método antiguo de la cortisona. Le dijeron a mi padre que eso no iba a funcionar, pero a mí la cortisona me salvó la vida”, recuerda Fabio en los días que convivió con su enfermedad.
Para contextualizar, Fabio Pisacane suma 33 años y milita en el Cagliari. Hace tres temporadas debutó en la Serie A en un choque ante la Atalanta, pero su historia no se centra en la de un jugador que llegó a la élite a una tardía edad, sino que el proceso para llegar a su meta ha estado lleno de impedimentos.
No es fácil llegar a la élite futbolística, menos aún en los tiempos modernos, pero Fabio Pisacane lo consiguió contra viento y marea. Tuvo que luchar contra todos los pronósticos posibles y se ha convertido en un ejemplo y un profesional digno de admiración.
Fabio nació el 28 de enero de 1986 en el sur de Italia, en Nápoles. Con 14 años se disponía a marcharse a las categorías inferiores del Genoa para forjar su sueño de jugar en la máxima categoría del Calcio. Un sueño que se vio truncado la mañana que iba a abandonar Nápoles. “Un día me levanté, me quise quitar el pijama y no pude, no podía levantar los brazos. Fue tremendo. Es como si usted ahora quisiera coger un bolígrafo, pero la mano no responde”, cuenta el propio Pisacane en una entrevista recogida por El País. El italiano sufrió el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neurológico en el que el sistema inmunitario ataca al sistema nervioso.
Le hicieron todas las pruebas posibles, pero nadie encontraba una explicación. El jugador recuerda todavía la frase que le soltó el doctor del equipo: “En los 30 años que llevo en la profesión, nunca había visto una cosa así”, continúa contando el italiano. Tras unas pruebas médicas, donde le sacaron líquido de la médula, llegó el peor desenlace para Fabio. "Cada vez iba a peor y el tratamiento moderno no funcionaba. Estaba un día bien, pero por la noche me encontraba de nuevo igual o peor. La única alternativa que quedaba para salvarme la vida era el método antiguo de la cortisona. Le dijeron a mi padre que eso no iba a funcionar, pero a mí la cortisona me salvó la vida”, recuerda Fabio en los días que convivió con su enfermedad.
Además, pasó 22 días en coma. Después de que le diagnosticaron este grave y extraño caso, estuvo más de veinte días presente en cuerpo, pero ausente en alma. Rememora que “la situación era grave ya cuando estuve ingresado pensé que iba a acabar por siempre con el fútbol. Empecé a luchar para ganar contra los problemas y salvar mi vida. Además, entré en coma, pero por fin salí y recuperé mi salud”.
El otro protagonista de la historia es Andrea Pisacane, el padre de Fabio. Fue su máximo apoyo durante la enfermedad y vivió la historia de su hijo desde otra perspectiva. Le comentaron que era poco probable que Fabio volviese a pisar el césped en condiciones de futbolista, pero el jugador del Cagliari recuerda la importancia del apoyo paterno: “Mi suerte fue tener a un padre que es una roca. Le dijeron que no sabían ni si podía sobrevivir, imagínese poder jugar al fútbol. Sin embargo, nunca me dejó entrever lo que me estaba pasando. Le decía: ‘Papá, yo un día quiero salir de aquí, aunque sea con muletas’. Me respondía: “Hijo, vas a salir de aquí por tu propio pie”.
Estuvo más de un año en el hospital superando y recuperándose de la enfermedad que había limitado su vida a permanecer en las paredes de un centro hospitalario: “Tenía que volver a reactivar los músculos empezando de cero y más en el estado en el que estuve en el hospital”. Una vez recuperado llamó al director de la cantera del Genoa para transmitirle su deseo de volver a jugar. Fabio Pisacane volvió a sentirse futbolista y había superado un bache del que pocos se recuperan.
Pero Fabio no lo tenía todo hecho porque le quedaba un largo y duro camino que recorrer para terminar de culminar su sueño. A pesar de haber superado con creces su enfermedad y un coma, cualquier cosa le parecía fácil al napolitano. En su búsqueda por llegar a la élite alternó la Serie B con la Serie C, pasando por Genoa, Ravenna, Cremonese, Lanciano y Lumezzane.
En esta última escuadra tuvo que superar otro episodio que denigra la identidad del fútbol. En 2011 recibió una oferta de 50.000 por parte de un dirigente del Ravenna para amañar un partido: el Lumezzane tenía que perder contra el equipo de Emilia-Romaña en un partido de la tercera división italiana. Se negó y lo denunció convirtiéndose desde entonces (2011) en embajador mundial de la FIFA para la legalidad. “¡Cómo iba a aceptar eso! Era impensable que yo, que había tenido una segunda oportunidad para ser futbolista, no protegiera y tutelara el fútbol”, comenta Fabio dejando claro que no iba a manchar la imagen del deporte.
A partir de ahí jugó con la Ternana y el Avellino antes de llegar al club que le ha otorgado el mayor premio, el Cagliari. Con el equipo sardo consiguió el ascenso a la Serie A y con él Pisacane estaba más cerca que nunca que hacerle justicia a aquel niño de 14 años que no podía quitarse el pijama. El 18 de septiembre de 2016, el Cagliari recibió a la Atalanta en el antiguo Estadio Sant'Elia.
Además, pasó 22 días en coma. Después de que le diagnosticaron este grave y extraño caso, estuvo más de veinte días presente en cuerpo, pero ausente en alma. Rememora que “la situación era grave ya cuando estuve ingresado pensé que iba a acabar por siempre con el fútbol. Empecé a luchar para ganar contra los problemas y salvar mi vida. Además, entré en coma, pero por fin salí y recuperé mi salud”.
El otro protagonista de la historia es Andrea Pisacane, el padre de Fabio. Fue su máximo apoyo durante la enfermedad y vivió la historia de su hijo desde otra perspectiva. Le comentaron que era poco probable que Fabio volviese a pisar el césped en condiciones de futbolista, pero el jugador del Cagliari recuerda la importancia del apoyo paterno: “Mi suerte fue tener a un padre que es una roca. Le dijeron que no sabían ni si podía sobrevivir, imagínese poder jugar al fútbol. Sin embargo, nunca me dejó entrever lo que me estaba pasando. Le decía: ‘Papá, yo un día quiero salir de aquí, aunque sea con muletas’. Me respondía: “Hijo, vas a salir de aquí por tu propio pie”.
Estuvo más de un año en el hospital superando y recuperándose de la enfermedad que había limitado su vida a permanecer en las paredes de un centro hospitalario: “Tenía que volver a reactivar los músculos empezando de cero y más en el estado en el que estuve en el hospital”. Una vez recuperado llamó al director de la cantera del Genoa para transmitirle su deseo de volver a jugar. Fabio Pisacane volvió a sentirse futbolista y había superado un bache del que pocos se recuperan.
Pero Fabio no lo tenía todo hecho porque le quedaba un largo y duro camino que recorrer para terminar de culminar su sueño. A pesar de haber superado con creces su enfermedad y un coma, cualquier cosa le parecía fácil al napolitano. En su búsqueda por llegar a la élite alternó la Serie B con la Serie C, pasando por Genoa, Ravenna, Cremonese, Lanciano y Lumezzane.
En esta última escuadra tuvo que superar otro episodio que denigra la identidad del fútbol. En 2011 recibió una oferta de 50.000 por parte de un dirigente del Ravenna para amañar un partido: el Lumezzane tenía que perder contra el equipo de Emilia-Romaña en un partido de la tercera división italiana. Se negó y lo denunció convirtiéndose desde entonces (2011) en embajador mundial de la FIFA para la legalidad. “¡Cómo iba a aceptar eso! Era impensable que yo, que había tenido una segunda oportunidad para ser futbolista, no protegiera y tutelara el fútbol”, comenta Fabio dejando claro que no iba a manchar la imagen del deporte.
A partir de ahí jugó con la Ternana y el Avellino antes de llegar al club que le ha otorgado el mayor premio, el Cagliari. Con el equipo sardo consiguió el ascenso a la Serie A y con él Pisacane estaba más cerca que nunca que hacerle justicia a aquel niño de 14 años que no podía quitarse el pijama. El 18 de septiembre de 2016, el Cagliari recibió a la Atalanta en el antiguo Estadio Sant'Elia.
Fabio Pisacane partió como titular y celebró su debut en la Serie A, con 30 años a las espaldas, con una bonita victoria. en su paso por la zona mixta al finalizar el encuentro rompió a llorar sin poder contener la emoción. “Nunca tiré la toalla. Recuerdo que lo primero que le dije a mi padre cuando empezó la parálisis fue: ‘Si no puedo jugar al fútbol, mejor que me muera’. Era un niño de 14 años. Ahora con 30 pienso que la vida es un bien tan valioso que no se puede comparar con ningún deporte ni con ninguna otra cosa material. Amo la vida porque me ha dado cosas más importantes que el fútbol: mi mujer y mis dos hijos. Hoy juego para que estén orgullosos de mí. No soy ni Cristiano ni Messi, ni tengo su trascendencia, pero sí me gusta hacer llegar un mensaje a para todos los niños que me ven desde casa", explica Fabio.
Porque, a una edad tardía y con unos problemas diferentes a los típicos, Fabio Pisacane cumplió su sueño. Sin rendirse y enfrentándose a la vida venció al miedo y volvió a disfrutar de lo que más le gusta, el fútbol. Un claro ejemplo en el mundo del deporte y que, ha dejado atrás al niño que era incapaz de quitarse el pijama para dejar paso al hombre que no se separa del balón, porque el fútbol nunca le dio la espalda.
Porque, a una edad tardía y con unos problemas diferentes a los típicos, Fabio Pisacane cumplió su sueño. Sin rendirse y enfrentándose a la vida venció al miedo y volvió a disfrutar de lo que más le gusta, el fútbol. Un claro ejemplo en el mundo del deporte y que, ha dejado atrás al niño que era incapaz de quitarse el pijama para dejar paso al hombre que no se separa del balón, porque el fútbol nunca le dio la espalda.