Los cohetes de Patxi Alkorta
Abrazos, gritos, bailes, cánticos, euforia, emoción, lágrimas en las gradas… todo esto forma parte de la liturgia universal de celebrar un gol; el de tu equipo. La Real Sociedad añade a esa liturgia un símbolo de celebración propio y explosivo: el lanzamiento de “txupinazos”. Estas explosiones advierten que en Anoeta hay goles como cohetes
San Sebastián, una tarde de domingo de fútbol. La Real juega en casa. Lejos del estadio una explosión en lo alto del cielo retumba en la tranquilidad de la Parte Vieja “¡boom!”. Se produce un momento de tensión en toda la ciudad. Los donostiarras que pasean por las calles hacen una pausa. Esperan. Esperan en vilo. Otro cohete “¡boom!”. Todos saben lo que esa segunda explosión significa: gol de la Real en Anoeta.
Siempre he asociado el sonido de la explosión de los cohetes a la celebración de algún festejo, a las fiestas patronales del pueblo, al comienzo de un chupinazo, un gol… sea lo que sea, un cohete que explota, en mi imaginario -y en el de muchos-, significa celebración.
En la capital guipuzcoana los cohetes forman parte del lenguaje local, anuncian que en Anoeta hay gol. Celebración. Dos cohetes para el gol del cuadro txuri-urdin; uno para el gol del adversario. Se trata de una tradición a punto de cumplir 60 años que se remonta a la década de los 60 y que tuvo un impasse cuando la Real se mudó del estadio de Atotxa a Anoeta. Todo empezó en 1960 cuando Patxi Alkorta lanzó el primer cohete en el Estadio de Atotxa. Tras este ritual había un motivo: Patxi Alkorta quería que los marineros que trabajaban en la costa o en el puerto estuviesen al tanto de la suerte del equipo txuri-urdin. “Cuenta Ander Eizagirre, con su prosa genial, en el libro ‘Mi abuela y 10 más’, que la tradición de los cohetes la implantó en los años 60 su tío abuelo Patxi Alkorta, una mente inquieta que también intentó volar hasta la isla sobre un burro atado a una cometa.” contaba un 4 de octubre de 2017 Mundo Deportivo.
Siempre he asociado el sonido de la explosión de los cohetes a la celebración de algún festejo, a las fiestas patronales del pueblo, al comienzo de un chupinazo, un gol… sea lo que sea, un cohete que explota, en mi imaginario -y en el de muchos-, significa celebración.
En la capital guipuzcoana los cohetes forman parte del lenguaje local, anuncian que en Anoeta hay gol. Celebración. Dos cohetes para el gol del cuadro txuri-urdin; uno para el gol del adversario. Se trata de una tradición a punto de cumplir 60 años que se remonta a la década de los 60 y que tuvo un impasse cuando la Real se mudó del estadio de Atotxa a Anoeta. Todo empezó en 1960 cuando Patxi Alkorta lanzó el primer cohete en el Estadio de Atotxa. Tras este ritual había un motivo: Patxi Alkorta quería que los marineros que trabajaban en la costa o en el puerto estuviesen al tanto de la suerte del equipo txuri-urdin. “Cuenta Ander Eizagirre, con su prosa genial, en el libro ‘Mi abuela y 10 más’, que la tradición de los cohetes la implantó en los años 60 su tío abuelo Patxi Alkorta, una mente inquieta que también intentó volar hasta la isla sobre un burro atado a una cometa.” contaba un 4 de octubre de 2017 Mundo Deportivo.
Nos remontamos a la década de los 60. La Real juega en el emblemático y añorado Estadio de Atotxa, ubicado en el barrio donostiarra de Eguía (hogar durante ocho decenios del equipo de San Sebastián). Los cohetes retumban por toda la ciudad en los días de partido. Durante 33 años los cohetes estallaron en el cielo easonense. La explosiva tradición, que nació en el viejo Atotxa, permaneció vigente hasta el año 1993, año en el que la Real Sociedad se mudó a su actual estadio, Anoeta. Así murió la liturgia de los cohetes, dada la lejanía del nuevo estadio, ubicado en el barrio de Amara -al otro lado de la capital-, el aviso a los pescadores perdía su sentido.
En la temporada 2006-2007, en un partido contra el Sevilla, la Real conmemoró sus 2000 partidos en Primera recuperando la tradición de lanzar los chupinazos tras los goles sucedidos en el campo. Las explosiones volvieron a retumbar en la tranquilidad de la rutina de San Sebastián. Pero fue una excepción, cosa de un día. Hubo que esperar hasta 2009 cuando, finalmente, el conjunto txuri-urdin, que militaba en Segunda División, recuperó de verdad la liturgia explosiva. El bar Carrasco del barrio donostiarra de Altza rescató la tradición, lanzando desde su propio establecimiento los famosos cohetes.
Hoy en día, los cohetes se siguen escuchando en San Sebastián gracias a la labor de Juan Iturralde, hernaniarra socio y accionista de la Real encargado de lanzar los cohetes tras los “txitxarros” pertinentes en Anoeta.
La tradicional liturgia txuri-urdin en Anoeta, a diferencia del futuro incierto de muchas tradiciones, sigue presente con un fuerte arraigo. La afición se abraza, canta, llora, se emociona en el estadio y los ciudadanos se paran en las calles esperando en vilo al segundo cohete para no llevarse una decepción. Sean dos o sea uno, estos cohetes, festejan que aquí, en San Sebastián, hay fútbol.