No me gustas, Hendo
Quien me conozca sabe que no me gusta el capitán de mi equipo. Y aunque el “qué” es de dominio público, el “por qué” no. Hoy, en Kapitain, intentaré explicar porque odio a Jordan Henderson
Steven Gerrard es el padre de toda una generación de Reds. Esa forma de jugar y su amor incondicional hacia los colores de un club carismático como el Liverpool engancharon a la mayoría de aficionados al equipo de Anfield. Entre esas personas que dejaron que Gerrard y su Liverpool conquistase su corazón me encuentro yo. Tampoco es que ignorase mis obligaciones futbolísticas familiares dejando de lado al Real Madrid, pero Stevie plantó la semilla de una afición que hoy iguala -y por momentos, supera mi devoción por el club blanco. Siempre tenía un ojo puesto en el club del Merseyside, aunque muchas veces renegase de ellos.
Mis primeros pasos como Red fueron con Gerrard acompañándome. Solamente con ver el número que he llevado en todos mis equipos de fútbol es mucho más sencillo de entender. Yo era el ocho porque quería ser como él. Con el paso del tiempo, el Liverpool me enseñó lo que era estar lejos del lugar que te mereces, siendo la historia de los perdedores. Entonces, cuando el maldito fútbol puso en nuestros labios las mieles del éxito, Gerrard se resbaló. Tenía que ser él, tanto para la bueno como para lo malo. Esa temporada iba a ser su Premier League, pero no. Stevie nunca tendría su Premier League.
Tras el varapalo que supuso ese terrible suceso, Gerrard se quedó una temporada más antes de hacer las maletas rumbo al retiro dorado en Los Ángeles, que solamente él se merecía. La tristeza que me supuso su marcha se vio aliviada -en parte- cuando eligió su sucesor: Jordan Henderson. Un muchacho que vino del Sunderland incapaz de portar el ‘14’ de Xabi Alonso. Era joven, y su temporada como interior había sido muy buena. Me ilusioné; no os voy a engañar. Quizás demasiado, con algo que en el fondo sabía que no volvería a ser lo mismo.
Mis primeros pasos como Red fueron con Gerrard acompañándome. Solamente con ver el número que he llevado en todos mis equipos de fútbol es mucho más sencillo de entender. Yo era el ocho porque quería ser como él. Con el paso del tiempo, el Liverpool me enseñó lo que era estar lejos del lugar que te mereces, siendo la historia de los perdedores. Entonces, cuando el maldito fútbol puso en nuestros labios las mieles del éxito, Gerrard se resbaló. Tenía que ser él, tanto para la bueno como para lo malo. Esa temporada iba a ser su Premier League, pero no. Stevie nunca tendría su Premier League.
Tras el varapalo que supuso ese terrible suceso, Gerrard se quedó una temporada más antes de hacer las maletas rumbo al retiro dorado en Los Ángeles, que solamente él se merecía. La tristeza que me supuso su marcha se vio aliviada -en parte- cuando eligió su sucesor: Jordan Henderson. Un muchacho que vino del Sunderland incapaz de portar el ‘14’ de Xabi Alonso. Era joven, y su temporada como interior había sido muy buena. Me ilusioné; no os voy a engañar. Quizás demasiado, con algo que en el fondo sabía que no volvería a ser lo mismo.
Un poco más tarde llegó Jürgen Klopp y la reconversión del prometedor capitán a pivote. No sé quien fue el genio que creyó que un interior puro funcionaría ahí, pero yo no soy entrenador. Klopp es un experto en deformar las posiciones de los jugadores y hacerlos irreconocibles. Esa reconversión la inició el propio Henderson con un exhaustivo estudio de la posición. Por desgracia, no siempre con esforzarse vale. Si no se puede, no se puede. Hendo como pivote es como cuando te falta una pieza del puzle e intentas encajar una en el hueco que no le toca.
Además, ese problema no se podía solucionar con ver vídeos de Sergio Busquets. Si no se entiende la posición no pasa nada. Juega en la tuya, que ahí eres bueno. Pero no, su tozudez (y la del club) penalizó al conjunto. El capitán Red no entiende qué es ser pivote. Él cree que con dar pases atrás, ya ayudas. Posiblemente con ese pase pierdes una maravillosa ocasión de armar un buen ataque. Es más, quizás ese pase es el más importante de la jugada.
Me sentía un bicho raro, ya que mis colegas del Liverpool tenían devoción por él. Personalmente opino que, por echarle más ganas no cubres tus defectos, querido Henderson. A mí no me iba a engañar pese a llevar ese brazalete que has heredado de Gerrard. Si Stevie no servía para una posición, intentaba ayudar en lo que él era bueno. No jugaba donde él quería o insistía, sino donde ayudaba más.
Vale que quizás a Henderson le ha caído odio de más por mi parte, pero es que el agravio comparativo con el anterior capitán ha sido grande. Además, últimamente hace por caerme bien. Cuando juega con un mediocentro que fija como es Fabinho Tavares, mejora. Se libera en ataque, aparece por sorpresa y ese agujero negro que tiene a su espalda (provocado por su indudable carácter de interior puro) no aparece. Todos ganamos y yo me enfado menos mientras recuerdo a Gerrard. Sé que es un activo importante para la plantilla por los famosos intangibles que aporta, pero es que no puedo verle con otros ojos. Quizás Trent Alexander-Arnold en un futuro me hace recordar los buenos tiempos con Stevie. Pero, de momento, en la madurez como Red que estoy pasando, Henderson es el blanco de mis burlas. Todos los equipos tienen que tener a alguien así, ¿no? Lo mejor de todo es que estoy seguro que, con los años, le recordaré con cariño. Pero de momento, seguirá siendo el pecho frío de mi equipo.