No nos dejes, Leo
Tengo miedo, mucho miedo: pánico temería a decir incluso. No tan solo me espanta escribir sobre el mejor, sino que temo que llegue el día en el que no pueda ni hacerlo.
Nunca ha sido fácil tratar la figura de las mejores. Nunca. Imagínate entonces hablar del mejor de todos. Sí, hablo -con temor- de Leo Messi. Se escribe así, ¿verdad? O quizás debería referirme al mismo como Lionel. Más formal.
Pues bien; Leo, Lionel o Messi es único y esa condición supone mucho. Tiene tanto de bueno como de malo. Es tan atractivo como siniestro. Y para siniestro, su adiós. Espera, espera, espera... que nadie se precipite: Messi no se va -todavía-. Pero es precisamente, ese futuro adiós, lo que me perturba.
Cada vez que lo veo me maravilla y entiendo que al aficionado de a pie también. Pero, por otro lado, me genera una sensación un tanto lúgubre. Puede que sea por el día en el que le pilla a uno, pero ver a Messi es hasta triste en ocasiones. Una tristeza fascinante me atrevería a decir. Lo disfruto como un crío, pero siempre con el maldito final en mente.
Nunca ha sido fácil tratar la figura de las mejores. Nunca. Imagínate entonces hablar del mejor de todos. Sí, hablo -con temor- de Leo Messi. Se escribe así, ¿verdad? O quizás debería referirme al mismo como Lionel. Más formal.
Pues bien; Leo, Lionel o Messi es único y esa condición supone mucho. Tiene tanto de bueno como de malo. Es tan atractivo como siniestro. Y para siniestro, su adiós. Espera, espera, espera... que nadie se precipite: Messi no se va -todavía-. Pero es precisamente, ese futuro adiós, lo que me perturba.
Cada vez que lo veo me maravilla y entiendo que al aficionado de a pie también. Pero, por otro lado, me genera una sensación un tanto lúgubre. Puede que sea por el día en el que le pilla a uno, pero ver a Messi es hasta triste en ocasiones. Una tristeza fascinante me atrevería a decir. Lo disfruto como un crío, pero siempre con el maldito final en mente.
Echando la vista unas jornadas atrás: Barça-Leganés o la nostalgia hecha partido. Minuto 64, Valverde decide meter al astro argentino en el campo. Minuto 92, el cambio liquida el encuentro. Como no, gracias a la (in)agotable sociedad entre Jordi "asistente" Alba y el protagonista de esta pieza -y por qué no decirlo- el protagonista del panorama fútbol.
Una vez más. Una maldita vez más lo hicieron. Messi para Alba, Alba para Messi; y se repite la fórmula para que el genio inigualable arme un cañonazo con su pierna menos buena y bata así, al "Pichu" Cuellar.
Hablar de nostalgia se queda corto. Cuantas y cuantas veces habremos visto esa misma jugada en nuestros televisores. Una y otra vez, esa misma jugada; una y otra vez, los halagos de los compañeros; una y otra vez, el asombro -incomprensible- de la grada. La historia se repite: lo que en la retina está, en la memoria se mantiene y en nostalgia se convierte.
Y es que, esa misma nostalgia se debe a todo lo que hemos gozado de él. Algo que me hace sospechar de los sorprendidos. De mí incluso. Debo admitir que, Messi no deja de sorprenderme. Me fascina. Y mira que lo tengo visto. Y mira que lo tenemos visto. ¡Y mira que sabemos que es bueno! Es acojonante como con el cuero en los pies, Messi es capaz de dejarnos atónitos a estas alturas de la película, después de haberlo hecho "todo" con el esférico. No obstante, ahora que lo pienso, me alegro de seguir flipando con él.
Quiero ver más Messi. Quiero que sus jugadas nunca acaben. Quiero que sea y sean verdaderamente inagotables. Te quiero, Leo.
Paremos el tiempo. Por él. Por nosotros. Por el fútbol.