Que no nos la exploten
Meterse con el fútbol es meterse con demasiada gente. Yo que tú, me quedaba calladito
El esférico gira en torno a muchos y muchos campos. Desde Mestalla hasta la Bombonera, pasando por el Metropolitano. Pero me temo que, la cosa no va precisamente de campos de fútbol. Hablo de campos como la cultura. Es en este, donde los infelices que quieren destruir el juego de la pelotita no lo quieren ver. Niegan rotundamente cualquier aproximamiento entre uno y otro. Les carcome la idea de enlazar el deporte rey -aunque tal condición le quieran negar- con el ámbito cultural. Detestan tal vínculo: puede que sea envidia, o puede que sea maldad. No lo tengo del todo claro, pero hay algo que sí campa paladinamente por mi mente: el fútbol es cultura, en gran parte, gracias a todos vosotros. Gracias a aquellos ingenuos que tratando de hundirlo en lo más profundo del ostracismo, no hacen más que llevarlo a lo más alto del Olimpo.
Cierto es que por desgracia la cultura es frágil y vulnerable, puede perderse o resultar debilitada por la estructura social. Por ello, la cultura deber ser cuidadosamente preservada, como el fútbol no merece ningún tipo de maltrato por parte de nadie. Respetadlo y respetaos vosotros mismos. Tanto hablar de cultura, sin saber que la cultura se opone a las normas predominantes en el orden social. Sin saber que la cultura, como el balompié: es crítica y no destructiva precisamente. La tónica habitual se da en el orden social, donde suele imperar la mediocridad y la inercia de la tradición y la costumbre, mientras que el carisma artístico es revolucionario, transgresor.
Cierto es que por desgracia la cultura es frágil y vulnerable, puede perderse o resultar debilitada por la estructura social. Por ello, la cultura deber ser cuidadosamente preservada, como el fútbol no merece ningún tipo de maltrato por parte de nadie. Respetadlo y respetaos vosotros mismos. Tanto hablar de cultura, sin saber que la cultura se opone a las normas predominantes en el orden social. Sin saber que la cultura, como el balompié: es crítica y no destructiva precisamente. La tónica habitual se da en el orden social, donde suele imperar la mediocridad y la inercia de la tradición y la costumbre, mientras que el carisma artístico es revolucionario, transgresor.
Y no, no me voy del tema si pregunto retóricamente quien no ha visto el Salvados en el que Juan Mata hablaba con Jordi Évole acerca de Bukowski, Manchester y sobre todo, acerca de la famosa burbuja en la que vive el futbolista de hoy. Una burbuja creada a base de dinero y fama a partes (des)iguales. Mata es admirado por muchos y el primero de ese amplio grupo, soy yo. Además de desplegar destellos de magia y creatividad en El Teatro de los Sueños, no exagero al decir que es un tipo diferente. Tal etiqueta supone una carga importante. Jodido me parecería ser Mata, como jodido es no deshacerse en elogios al tratar su figura. Resulta inefable para el escritor radiografiar tanto al Juan Mata jugador como a la persona. Sobre todo, a la persona. Pero bueno, por lo que escucha uno en la radio y en “Radio Patio” se dice de él que es un tío culto y con iniciativa sobre el verde y fuera de él. En fin, lo que me interesa del asturiano para esta columna es el concepto sobre el que conversó en su día. Puede que no fuera el primero, pero a mis oídos, la palabra “burbuja” en el contexto futbolístico llegó por primera vez de la mano del guaje.
No obstante, no quiero centrarme tanto en esa burbuja, como en la que que voy a tratar a continuación: la otra burbuja. Esa misma en la que estamos inmersos los que comemos, bebemos, dormimos y por la cuenta que me trae, los que escribimos fútbol.
No obstante, no quiero centrarme tanto en esa burbuja, como en la que que voy a tratar a continuación: la otra burbuja. Esa misma en la que estamos inmersos los que comemos, bebemos, dormimos y por la cuenta que me trae, los que escribimos fútbol.
“El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes” dijo Valdano. Lo que viene a ser algo como que el fútbol importa, pero no mucho. Pues bien, yo vivo en la burbuja del fútbol. No soy futbolista, no cobro 50 de los grandes a la semana, ni tampoco tengo un Marcheratti esperando en la puerta de mi finca; pero sí que estoy metido en esto. Vivo en la fantasía que el cuero genera. Debo admitir que cada vez menos, pero el fútbol me pierde. Sin realmente saber cómo, siempre, y repito: siempre, me acabo dejando llevar por el balón. Me dejo seducir por él. No hay ocasión en la que no vuelva a caer en sus fauces. No hay manera de dejarlo. Y de momento, tampoco es que quiera hacerlo.
Pensándolo bien, el fútbol me ha metido en una burbuja de la que no quiero salir. Siendo sincero, estoy hasta los mismísimos de que los huérfanos de pasiones vengan a criticar el fútbol destructivamente cada dos por tres. Todo ello, como no, de manera tumultuosa: sin orden ni concierto. ¿Para qué? ¿Por qué? el caso es joder. Punto. No hay más.
Puedo pedir hasta tres deseos como si de la lámpara de Aladino se tratara, pero me conformo con uno. Solo pido que no nos la exploten.