Roberto Trashorras: "Está bien ganar, pero esto es un espectáculo y también cuenta la forma de conseguir las cosas"
Excanterano del F.C.Barcelona y Real Madrid y exjugador de Las Palmas, Numancia, Celta de Vigo y Rayo Vallecano. Un fuera de serie que ha visto y ve mucho fútbol, aunque ahora desde nuestro bando
Nuestro invitado debutó en esto del fútbol cambiándose por Luis Enrique. Después llegaría el Madrid de los galácticos, donde ni siquiera pudo debutar. Entonces, a partir de ahí, se puso la mochila y empezó a recorrerse el fútbol español, dejando de lado los focos de los grandes para ver lo que tenían que decir los clubes más pequeños. Con todos ustedes, Roberto Trashorras.
Mañana ajetreada en Madrid. Bueno, ¿qué mañana no es ajetreada en la capital? Habíamos quedado con nuestro primer invitado en el Hotel NH Collection Madrid Eurobuilding, cerca del Santiago Bernabéu. El equipo de Kapitain, demasiado puntual como para estar a la hora, se presentó en el punto acordado con media hora de antelación. Allí, también con exceso de puntualidad, también estaba él. Roberto Trashorras, con un café y una sonrisa, nos señaló nuestra peculiar puntualidad. “Llegáis pronto, ¿eh?”, bromeaba.
El protagonista de esta charla salió muy joven de un pueblo de Galicia, Villalba. “Salí con la ilusión que tenemos todos: jugar en el primer equipo”. Pero no era un primer equipo cualquiera. Era el primer equipo del FC Barcelona. Ese debut soñado llegó en un ambiente especial: el 8 de agosto de 2001, en la fase previa de la Champions League (por aquel entonces Liga de Campeones de la UEFA) ante el Wisla Cracovia, Trashorras entró al campo sustituyendo a Luis Enrique. “Es un día que tengo marcado”, nos comentaba el ex azulgrana. Otro día que posiblemente recuerde nuestro protagonista es cuando hizo algo impensable hoy en día. Trashorras cambió el azul y el granate por el blanco impoluto del Real Madrid. Y no era un Madrid cualquiera, sino el de los Galácticos. “No llegué a jugar con ellos, pero entrenar con gente como Beckham, Raúl o Ronaldo era lo máximo”, recuerda el centrocampista. Pese a ello, su estancia en el club de la capital no fue tan placentera, ya que no llegó a debutar con el primer equipo, quedando relegado al equipo filial. “Mirando hacia atrás, quizás debería haber firmado con un equipo de Primera”, afirmaba Trashorras respecto a su salida del Barça y llegada al Madrid.
Comenzó así el viaje por el que todos conocemos a este centrocampista de buen toque: de estar en la primera línea del fútbol español, decidió recorrerse el país pasando por clubes más modestos. Y justamente ahí fue cuando empezó a brillar. Tras jugar con el Numancia y Las Palmas, Trashorras llegó al Celta de Vigo. O lo que es lo mismo: aquel joven que con 14 años abandonó su Galicia natal con una maleta llena de sueños y aspiraciones volvía a casa hecho todo un profesional. “Aunque deportivamente no fue una época buena, luchando incluso por no descender a 2ºB, guardo un gran recuerdo de los tres años que pasé en Vigo”, comenta el mediocentro. Los tres años que pasó en Balaídos estuvieron marcados por la inestabilidad de Celta irreconocible. Tal era la inestabilidad que Trashorras fue “a entrenador por año”. Lo que unos días era luchar por evitar un descenso a 2ªB, otros era soñar con un ascenso que nunca se vio materializado. “Me hubiese gustado coincidir con el Celta actual, que es un equipo mucho más hecho”, lamenta el mediocentro. Pese a ello, también hubo buenos recuerdos dentro del campo. Y si se tuviese que quedar con uno, posiblemente sería esa eliminatoria de Copa ante el Atlético de Madrid en la temporada 2009/2010. Hasta nuestro Gabriel Santamarina, el celtiña oficial de esta página, lo recuerda como si fuese ayer pese a no recordar demasiado del resto de la campaña. En el cruce copero ante el club colchonero, los vigueses no consiguieron pasar de ronda, pero reengancharon a una afición desencantada. “Recuerdo Balaídos lleno en el partido de vuelta, algo que no pasaba desde hace mucho tiempo”, comenta Trashorras.
Ya en aquellos años en Vigo, nuestro protagonista vio como la afición, esa que le dio “tanto cariño y respeto”, en ocasiones le señalaban por su peculiar estilo de juego. Trashorras sabe mejor que nadie que o le amas o le odias, y así lo hizo saber cuándo recibió críticas por los kilómetros que recorría en el campo. “Si quieren saber lo que corro, que me pongan un cuentakilómetros” dijo por aquel entonces. Ahora, con la distancia que da el tiempo, el mediocentro sigue viendo igual eso de que la actitud se demuestra corriendo. “Los futbolistas no somos atletas, no es correr más, sino correr mejor”, afirma Trashorras. Y si no es así, que le pregunten a Lionel Messi.
Como todo en esta vida, la carrera de nuestro protagonista en Balaidos llegó a su fin. Pese a tener dos años más de contrato, se decidió a hacer las maletas, a volver a volar lejos de la tierra que le vio nacer. Esta vez iría rumbo a la capital, a jugar en un club de barrio que competía contra los gigantes de la Primera División. El Rayo Vallecano esperaba a Trashorras con los brazos abiertos para seguir creciendo en lo más alto del fútbol nacional. Este movimiento, como si del guión de una película se tratase, estaba hecho como anillo al dedo vista la carrera del mediocentro: pasó de estar en la primerísima línea del fútbol nacional, saliendo por la puerta de atrás, a ser la brújula de un equipo modesto entre los grandes. O dicho de otra manera, pasó de la Castellana, zona noble de Madrid, a Vallecas, barrio famoso por su lucha obrera. “Competir contra los grandes era lo máximo, lo más especial. Además, nunca nos sentíamos pequeños. Sabíamos que íbamos a perder nueve de cada diez partidos, pero elegíamos nosotros la forma de hacerlo”, comentaba Trashorras, totalmente impregnado por esa filosofía combativa ante el poder que rezuma en Vallecas y en “su” Rayo.
El Rayo Vallecano de Paco Jémez era un equipo pequeño, pero sin complejos. No trataba a nadie de usted, ya que siempre tuteaba, dando igual la magnitud del contrario. Aquel equipo sería, visto lo visto en el pasado Mundial de Rusia, una rara avis a día de hoy: la tendencia actual de defender en bloque bajo está en las antípodas de lo que significaba ese Rayo. “A mí no me gusta porque al fútbol se juega con el balón. Está bien ganar, pero esto es un espectáculo y también cuenta la forma de conseguir las cosas”, cuenta el timón de aquel carismático equipo, como si quien nos estuviese hablando fuese el mismo Paco Jémez. Y no es para menos esto de que hable como él, ya que posiblemente fue la figura más importante de su carrera. El técnico canario edificó alrededor de Trashorras un Rayo Vallecano histórico, que pese a que no ganase en las grandes plazas, tenía el reconocimiento de rivales y aficionados. “Nosotros notábamos como nos respetaban nuestros rivales por nuestra forma de hacer las cosas. Además, aunque no ganásemos a Madrid o Barça, nos servía para seguir en Primera”, comenta el centrocampista.
No es para menos ese respeto ganado en el campo, ya que el equipo de un barrio como Vallecas consiguió su derecho a participar en la Europa League gracias a su mejor clasificación histórica en liga. Entonces, cuando parecía que Trashorras iba a ser la brújula que guiase al Rayo por Europa, todo se desmoronó en los despachos. El TAS le denegó la licencia de participar en competición europea al Rayo por sus deudas, dejando así a todo un barrio decepcionado por perder fuera del campo lo que ganaron con sudor dentro del mismo. “Fue muy duro después de la temporada que hicimos. Ganamos en estadios como San Mamés y Mestalla, pero nos quedamos fuera por un tema de despachos”, recuerda el mediocentro.
Las temporadas fueron pasando, y a medida que el tiempo avanzaba, esa lucha contra los grandes de la liga fue perdiendo fuerza. El Rayo Vallecano acabó descendiendo, finalizando así una etapa en la que en Vallecas trataron de “tú” a clubes mucho más poderosos. Trashorras vivió en primera persona esa aciaga campaña 2016/2017, que además de ser la última de aquel Rayo, fue la última en la que tuvo un peso considerable en el equipo. Tras año y medio en Segunda y con menos protagonismo del deseado, Trashorras se vio obligado a abandonar el barco que tantas alegrías le dio, retirándose este mismo verano tras rechazar ofertas que le permitirían ganar un buen dinero. “Yo quería seguir en el Rayo, pero no se dio. Entonces decidí dejarlo, ya que las ofertas no eran idóneas para mi familia”, cuenta el mediocentro.
Ahora, retirado, quien sabe si le veremos dentro de un tiempo en los banquillos aplicando ese buen trato del balón que tenía en sus equipos. Por el momento se ha cambiado a nuestro bando, el de los periodistas, para comentar el fútbol y disfrutarlo de otra manera. Aun así, se echa de menos a alguien como él en estos tiempos, alguien que apueste por dar espectáculo con el balón aunque sea el resultado mande. Para el recuerdo quedará ese Rayo combativo con el poder que manejó a su antojo desde el centro del campo, utilizando el cerebro antes que las piernas para recordarnos que en el fútbol más que sufrir, se disfruta.
Mañana ajetreada en Madrid. Bueno, ¿qué mañana no es ajetreada en la capital? Habíamos quedado con nuestro primer invitado en el Hotel NH Collection Madrid Eurobuilding, cerca del Santiago Bernabéu. El equipo de Kapitain, demasiado puntual como para estar a la hora, se presentó en el punto acordado con media hora de antelación. Allí, también con exceso de puntualidad, también estaba él. Roberto Trashorras, con un café y una sonrisa, nos señaló nuestra peculiar puntualidad. “Llegáis pronto, ¿eh?”, bromeaba.
El protagonista de esta charla salió muy joven de un pueblo de Galicia, Villalba. “Salí con la ilusión que tenemos todos: jugar en el primer equipo”. Pero no era un primer equipo cualquiera. Era el primer equipo del FC Barcelona. Ese debut soñado llegó en un ambiente especial: el 8 de agosto de 2001, en la fase previa de la Champions League (por aquel entonces Liga de Campeones de la UEFA) ante el Wisla Cracovia, Trashorras entró al campo sustituyendo a Luis Enrique. “Es un día que tengo marcado”, nos comentaba el ex azulgrana. Otro día que posiblemente recuerde nuestro protagonista es cuando hizo algo impensable hoy en día. Trashorras cambió el azul y el granate por el blanco impoluto del Real Madrid. Y no era un Madrid cualquiera, sino el de los Galácticos. “No llegué a jugar con ellos, pero entrenar con gente como Beckham, Raúl o Ronaldo era lo máximo”, recuerda el centrocampista. Pese a ello, su estancia en el club de la capital no fue tan placentera, ya que no llegó a debutar con el primer equipo, quedando relegado al equipo filial. “Mirando hacia atrás, quizás debería haber firmado con un equipo de Primera”, afirmaba Trashorras respecto a su salida del Barça y llegada al Madrid.
Comenzó así el viaje por el que todos conocemos a este centrocampista de buen toque: de estar en la primera línea del fútbol español, decidió recorrerse el país pasando por clubes más modestos. Y justamente ahí fue cuando empezó a brillar. Tras jugar con el Numancia y Las Palmas, Trashorras llegó al Celta de Vigo. O lo que es lo mismo: aquel joven que con 14 años abandonó su Galicia natal con una maleta llena de sueños y aspiraciones volvía a casa hecho todo un profesional. “Aunque deportivamente no fue una época buena, luchando incluso por no descender a 2ºB, guardo un gran recuerdo de los tres años que pasé en Vigo”, comenta el mediocentro. Los tres años que pasó en Balaídos estuvieron marcados por la inestabilidad de Celta irreconocible. Tal era la inestabilidad que Trashorras fue “a entrenador por año”. Lo que unos días era luchar por evitar un descenso a 2ªB, otros era soñar con un ascenso que nunca se vio materializado. “Me hubiese gustado coincidir con el Celta actual, que es un equipo mucho más hecho”, lamenta el mediocentro. Pese a ello, también hubo buenos recuerdos dentro del campo. Y si se tuviese que quedar con uno, posiblemente sería esa eliminatoria de Copa ante el Atlético de Madrid en la temporada 2009/2010. Hasta nuestro Gabriel Santamarina, el celtiña oficial de esta página, lo recuerda como si fuese ayer pese a no recordar demasiado del resto de la campaña. En el cruce copero ante el club colchonero, los vigueses no consiguieron pasar de ronda, pero reengancharon a una afición desencantada. “Recuerdo Balaídos lleno en el partido de vuelta, algo que no pasaba desde hace mucho tiempo”, comenta Trashorras.
Ya en aquellos años en Vigo, nuestro protagonista vio como la afición, esa que le dio “tanto cariño y respeto”, en ocasiones le señalaban por su peculiar estilo de juego. Trashorras sabe mejor que nadie que o le amas o le odias, y así lo hizo saber cuándo recibió críticas por los kilómetros que recorría en el campo. “Si quieren saber lo que corro, que me pongan un cuentakilómetros” dijo por aquel entonces. Ahora, con la distancia que da el tiempo, el mediocentro sigue viendo igual eso de que la actitud se demuestra corriendo. “Los futbolistas no somos atletas, no es correr más, sino correr mejor”, afirma Trashorras. Y si no es así, que le pregunten a Lionel Messi.
Como todo en esta vida, la carrera de nuestro protagonista en Balaidos llegó a su fin. Pese a tener dos años más de contrato, se decidió a hacer las maletas, a volver a volar lejos de la tierra que le vio nacer. Esta vez iría rumbo a la capital, a jugar en un club de barrio que competía contra los gigantes de la Primera División. El Rayo Vallecano esperaba a Trashorras con los brazos abiertos para seguir creciendo en lo más alto del fútbol nacional. Este movimiento, como si del guión de una película se tratase, estaba hecho como anillo al dedo vista la carrera del mediocentro: pasó de estar en la primerísima línea del fútbol nacional, saliendo por la puerta de atrás, a ser la brújula de un equipo modesto entre los grandes. O dicho de otra manera, pasó de la Castellana, zona noble de Madrid, a Vallecas, barrio famoso por su lucha obrera. “Competir contra los grandes era lo máximo, lo más especial. Además, nunca nos sentíamos pequeños. Sabíamos que íbamos a perder nueve de cada diez partidos, pero elegíamos nosotros la forma de hacerlo”, comentaba Trashorras, totalmente impregnado por esa filosofía combativa ante el poder que rezuma en Vallecas y en “su” Rayo.
El Rayo Vallecano de Paco Jémez era un equipo pequeño, pero sin complejos. No trataba a nadie de usted, ya que siempre tuteaba, dando igual la magnitud del contrario. Aquel equipo sería, visto lo visto en el pasado Mundial de Rusia, una rara avis a día de hoy: la tendencia actual de defender en bloque bajo está en las antípodas de lo que significaba ese Rayo. “A mí no me gusta porque al fútbol se juega con el balón. Está bien ganar, pero esto es un espectáculo y también cuenta la forma de conseguir las cosas”, cuenta el timón de aquel carismático equipo, como si quien nos estuviese hablando fuese el mismo Paco Jémez. Y no es para menos esto de que hable como él, ya que posiblemente fue la figura más importante de su carrera. El técnico canario edificó alrededor de Trashorras un Rayo Vallecano histórico, que pese a que no ganase en las grandes plazas, tenía el reconocimiento de rivales y aficionados. “Nosotros notábamos como nos respetaban nuestros rivales por nuestra forma de hacer las cosas. Además, aunque no ganásemos a Madrid o Barça, nos servía para seguir en Primera”, comenta el centrocampista.
No es para menos ese respeto ganado en el campo, ya que el equipo de un barrio como Vallecas consiguió su derecho a participar en la Europa League gracias a su mejor clasificación histórica en liga. Entonces, cuando parecía que Trashorras iba a ser la brújula que guiase al Rayo por Europa, todo se desmoronó en los despachos. El TAS le denegó la licencia de participar en competición europea al Rayo por sus deudas, dejando así a todo un barrio decepcionado por perder fuera del campo lo que ganaron con sudor dentro del mismo. “Fue muy duro después de la temporada que hicimos. Ganamos en estadios como San Mamés y Mestalla, pero nos quedamos fuera por un tema de despachos”, recuerda el mediocentro.
Las temporadas fueron pasando, y a medida que el tiempo avanzaba, esa lucha contra los grandes de la liga fue perdiendo fuerza. El Rayo Vallecano acabó descendiendo, finalizando así una etapa en la que en Vallecas trataron de “tú” a clubes mucho más poderosos. Trashorras vivió en primera persona esa aciaga campaña 2016/2017, que además de ser la última de aquel Rayo, fue la última en la que tuvo un peso considerable en el equipo. Tras año y medio en Segunda y con menos protagonismo del deseado, Trashorras se vio obligado a abandonar el barco que tantas alegrías le dio, retirándose este mismo verano tras rechazar ofertas que le permitirían ganar un buen dinero. “Yo quería seguir en el Rayo, pero no se dio. Entonces decidí dejarlo, ya que las ofertas no eran idóneas para mi familia”, cuenta el mediocentro.
Ahora, retirado, quien sabe si le veremos dentro de un tiempo en los banquillos aplicando ese buen trato del balón que tenía en sus equipos. Por el momento se ha cambiado a nuestro bando, el de los periodistas, para comentar el fútbol y disfrutarlo de otra manera. Aun así, se echa de menos a alguien como él en estos tiempos, alguien que apueste por dar espectáculo con el balón aunque sea el resultado mande. Para el recuerdo quedará ese Rayo combativo con el poder que manejó a su antojo desde el centro del campo, utilizando el cerebro antes que las piernas para recordarnos que en el fútbol más que sufrir, se disfruta.