Y se hizo
Hay veces en las que en el fútbol hay más de un culpable. No niego que exista la posibilidad de que en alguna ocasión no haya un explícito cabeza de turco, pero el ser humano funciona así. Lloramos por lo que tuvimos a la vez que la confrontación de los hechos y el reconocimiento del error son un grave pecado y no una realidad. O si no, que se lo pregunten al Barcelona de Valverde.
Tomás Jiménez
“Alma, corazón y empatía con un grupo fantástico de jugadores’’. No fueron estas las palabras posteriores de Klopp, sino de Mourinho sobre el propio Liverpool. El portugués, afanado en su estudio de beIN Sports y con la cartera jugosamente engordada, se explaya a gusto en los post partido de Champions cual ricachón retirado en un chalet marbellí. La dualidad que le emplaza entre ser un héroe viejo o un villano recién jubilado ha mejorado radicalmente sus niveles de sinceridad a la vez que ha rebajado los de espectacularidad. Y hay que reconocer que a todos nos gusta.
La culpa siempre es de quien dispara la pistola y no del mecanismo que acciona la bala mortal, pero a veces sucede que puede ser de los dos. En Anfield, el Barça cometió un homicidio: el recuperado orgullo culé vapuleado en Roma hace doce meses fue brutalmente asesinado por la cobardía de un Ernesto Valverde que se disparó en el pie. Él portaba el arma y fue a su vez la pistola encarnada en un planteamiento escaso de competitividad y derrochante de hermetismo. Se cargó sin compasión un trabajo labrado por una temporada perfecta, en la que vimos como el Madrid negó su eternidad y pareció hacer la reverencia a un Barcelona con un Messi en estado de gracia. Pero no.
La culpa siempre es de quien dispara la pistola y no del mecanismo que acciona la bala mortal, pero a veces sucede que puede ser de los dos. En Anfield, el Barça cometió un homicidio: el recuperado orgullo culé vapuleado en Roma hace doce meses fue brutalmente asesinado por la cobardía de un Ernesto Valverde que se disparó en el pie. Él portaba el arma y fue a su vez la pistola encarnada en un planteamiento escaso de competitividad y derrochante de hermetismo. Se cargó sin compasión un trabajo labrado por una temporada perfecta, en la que vimos como el Madrid negó su eternidad y pareció hacer la reverencia a un Barcelona con un Messi en estado de gracia. Pero no.
Tuvo que llegar Valverde y vestir a su Barça de Atlético de Madrid en Turín. Tuvo que llegar Valverde y cometer el pecado de volver a tropezar dos veces con la misma piedra. Tuvo que llegar Valverde y no sacar fuerzas para superar una muralla de papel huérfana por las ausencias del idiosincrático Salah y el apesadumbrado Firmino. Tuvo que llegar Valverde y, a pesar de tener a Messi en su baza, dejarse morir en un campo inglés y esconder cualquier pretensión de querer ser campeón de Europa. Y ojo, no es un dolor que se quede en una eliminación provocada por el resultado abultado. No duele el 4-0. Duele que la herida hoy se ha vuelto a abrir y ha ganado bastantes centímetros de profundidad. Estorba la presencia de Roma en las portadas del día después. Y molesta aún más que el propio Ernesto dijera el lunes que su Barça saldría a atacar.
Hablábamos al principio de varios culpables. El primero lleva el chándal del Barcelona y tiene nombre y apellidos. El segundo no lo tengo tan claro. Desconozco si es una persona, un equipo, o un estadio. Sé que en la noche del martes vistió de rojo -en sus ropas, sus muros o sus almas- y cantó el You’ll never walk alone. También he asimilado que no afrontó el partido como el que se santigua sabiendo que va a la guerra. Este culpable planteó el partido con el ingenio de Bill Shankly, pensó en el éxito como Paisley y besó las oportunidades como Gerrard a la orejona en 2005. Pero no me permite la emoción ponerle un nombre a este responsable que ha puesto a prueba otra vez los límites de la Champions. Aunque sí me ha dejado algo claro. Sé que antes del pitido inicial echó la vista atrás e interiorizó que el fútbol es una forma de vida cíclica, y que si en Estambul se consiguió, en Anfield costaría mucho menos. Y se hizo.