Un Superclásico para nada "clásico"
La final del 'Superclásico argentino' ha llegado a Madrid. Boca Juniors y River Plate decidirán la final de la Libertadores en el Santiago Bernabeu
Gabriel Santamarina Tomé. "Bienvenidos a vuestra casa"
Madrid ha conseguido convertirse en la capital del fútbol mundial. En menos de un año albergará las dos finales más importantes a nivel continental. El Santiago Bernabeu y el Wanda Metropolitano serán testigos del desenlace de la Libertadores y de la Champions League respectivamente. España se ha situado como un lugar en el que depositar la confianza para el desarrollo de grandes eventos, tras años de múltiples negativas como las candidaturas para la celebración de los Juegos Olímpicos o el Mundial de fútbol.
Situándonos a nivel futbolístico es un gran honor para los futboleros (y no tan futboleros) españoles ser los anfitriones del 'Superclásico', siendo testigos de la pasión con la que vosotros vivís el fútbol. Madrid es vuestra casa, y a pesar de que me hubiese gustado que pudieseis vivir el partido más cerca, espero que al final disfrutéis de esta nueva opción siempre desde el respeto y la deportividad. Tenéis la oportunidad de demostrarle al mundo que la burrada ocurrida en los aledaños del Monumental fue cosa de "cuatro" bárbaros. Sé que la aprovechareis. ¡Vamos River! ¡Vamos Boca! ¡Viva Argentina!
Situándonos a nivel futbolístico es un gran honor para los futboleros (y no tan futboleros) españoles ser los anfitriones del 'Superclásico', siendo testigos de la pasión con la que vosotros vivís el fútbol. Madrid es vuestra casa, y a pesar de que me hubiese gustado que pudieseis vivir el partido más cerca, espero que al final disfrutéis de esta nueva opción siempre desde el respeto y la deportividad. Tenéis la oportunidad de demostrarle al mundo que la burrada ocurrida en los aledaños del Monumental fue cosa de "cuatro" bárbaros. Sé que la aprovechareis. ¡Vamos River! ¡Vamos Boca! ¡Viva Argentina!
Víctor Diéguez Zurdo: “Preservando la violencia, fastidiando al aficionado”
Vivir un River-Boca en el Santiago Bernabéu es, en principio, una decisión política de cara a la candidatura de España junto a Marruecos y Portugal para ser los anfitriones del Mundial de 2030. Conseguir llevar con éxito un espectáculo así supondría un fuerte impulso a la ya mencionada candidatura, por lo que la decisión de aprovechar las dudas en torno a la sede parece todo un acierto. Pese a ello, la vergüenza mundial que fue la doble suspensión del encuentro pocos argumentos deja para que se celebre el partido. Ni en España, ni en Argentina, ni en ningún sitio. Que se celebre es una victoria de los violentos, sin más.
Por tanto, España está siendo partícipe de un espectáculo dantesco en el que ganan las instituciones y los violentos, pero pierden los aficionados, los únicos que se merecen que todo esto hubiese salido bien desde el principio. Dejar esta edición de la Copa Libertadores sin campeón en la que hubiese sido la mejor final de su historia es, sin duda, una manera ejemplar de recordar lo que fue esa vergüenza mundial. Un buen primer paso para que no vuelva a pasar, vaya. Prefiero que el fútbol pierda un día para salir reforzado que dejar que ganen los violentos.
Por tanto, España está siendo partícipe de un espectáculo dantesco en el que ganan las instituciones y los violentos, pero pierden los aficionados, los únicos que se merecen que todo esto hubiese salido bien desde el principio. Dejar esta edición de la Copa Libertadores sin campeón en la que hubiese sido la mejor final de su historia es, sin duda, una manera ejemplar de recordar lo que fue esa vergüenza mundial. Un buen primer paso para que no vuelva a pasar, vaya. Prefiero que el fútbol pierda un día para salir reforzado que dejar que ganen los violentos.
Miguel Cañas Pardo 'Coke'. "De la fiesta al bochorno"
Ya lo dijo nuestro compañero Tomás en su “Cosas de argentinos”. El Superclásico en la final iba a ser maravilloso para toda Argentina, podría haber sido una guerra simbólica pero, por culpa de unos desgraciados de dudoso amor por el fútbol, se convirtió en una conflicto real en el que nadie salió vencedor. La ida se aplazó por problemas meteorológicos, presagio de lo que iba a suceder en el partido de vuelta, donde se viralizó el ya conocido bochorno y la poca vergüenza de la Conmebol, que aplazó hasta tres veces el partido con intención de que se jugase, a pesar de la mala condición de los jugadores de Boca. ¿La solución final?, jugar ese partido en España. Miles de debates se han hecho hueco, la gente se posiciona a favor o en contra según sus intereses. Toda Latinoamérica lamenta la pérdida de un escaparate cultural tan importante como podría haber sido ese partido mientras que los argentinos residentes en la península Ibérica festejan que sus equipos jueguen la final de las finales en el Santiago Bernabéu. Las decisiones de la Conmebol el día del partido dejaron mucho que desear, pero esta última de trasladar la final a Madrid se ha llevado la palma.
El móvil de esta operación es el mero consumo, el chascarrillo de que ningún país latinoamericano pueda afrontar la seguridad que conllevaría la disputa del encuentro es de traca. Las entradas alcanzan precios desorbitados, llegando casi a las cuatro cifras en la reventa, tal vez superándolas el propio día del partido. Pero, aunque parezca que eso me hace estar en contra de la decisión, no es así. El motivo de mi negativa es otro muy diferente. El propio nombre del torneo lo dice, la Copa Libertadores se llama así por los “Libertadores de América”, el grupo de hombres que destacaron en las diferentes batallas que consiguieron liberar Latinoamérica del yugo colonial de los españoles. “No daré descanso a mi brazo ni a mi espada hasta el día en que hayamos roto las cadenas del dominio español que nos oprime”, dijo Simón Bolívar cuando emprendió su misión de liberación. Hoy, casi dos siglos después de su muerte, una institución decide trasladar la mayor de las finales de la copa que lleva su nombre -entre los de otros libertadores como O´Higgins- a la tierra del opresor para beneficio suyo. Espero que el 9 de diciembre, cuando la sordidez del acto termine, alguien ponga flores en las tumbas de esos hombres que fueron traicionados por aquellos que salvaron.
El móvil de esta operación es el mero consumo, el chascarrillo de que ningún país latinoamericano pueda afrontar la seguridad que conllevaría la disputa del encuentro es de traca. Las entradas alcanzan precios desorbitados, llegando casi a las cuatro cifras en la reventa, tal vez superándolas el propio día del partido. Pero, aunque parezca que eso me hace estar en contra de la decisión, no es así. El motivo de mi negativa es otro muy diferente. El propio nombre del torneo lo dice, la Copa Libertadores se llama así por los “Libertadores de América”, el grupo de hombres que destacaron en las diferentes batallas que consiguieron liberar Latinoamérica del yugo colonial de los españoles. “No daré descanso a mi brazo ni a mi espada hasta el día en que hayamos roto las cadenas del dominio español que nos oprime”, dijo Simón Bolívar cuando emprendió su misión de liberación. Hoy, casi dos siglos después de su muerte, una institución decide trasladar la mayor de las finales de la copa que lleva su nombre -entre los de otros libertadores como O´Higgins- a la tierra del opresor para beneficio suyo. Espero que el 9 de diciembre, cuando la sordidez del acto termine, alguien ponga flores en las tumbas de esos hombres que fueron traicionados por aquellos que salvaron.